lunes, 17 de octubre de 2011

-10 a.m. Capítulo III: El padre

-I-

Cuando papá abandonó a mamá, a mis dos hermanos pequeños y a mí, para “reiniciar su vida” con otra persona, una mujer mucho más joven que mi madre, los cuatro nos prometimos nunca más hablar de él o buscarlo. Sin importar lo adversas que pudieran estar las cosas, juramos que siempre haríamos lo que fuera por sobrellevarlas nosotros solos.

El tiempo ha pasado desde entonces y con base en sacrificios y dedicación, mi madre nos fue sacando adelante ella sola. Hubo tiempos difíciles, pero aunque sé que todos en algún momento pudimos llegar a pensar en recurrir a él, nunca hicimos el menor intento por buscarlo o saber qué fue de su destino. Desde entonces cada quien ha hecho su vida y hasta el momento, después de treinta años de que se marchara, no creí que fuera a encontrármelo otra vez, pero eso cambió hace un par de días. ¡Cómo son las cosas! Tal vez nunca sepa qué fue de él en todo este tiempo, pero sí sabré dónde habrán de terminar sus restos y quizás lo visite a diario. Es uno de los gajes que tiene ser el encargado de ventas y servicios del cementerio local.

Al principio tuve mis dudas, pensé que quizás se trataba de otra persona, tal vez un homónimo, pero poco a poco las fui despejando hasta que me hice a la idea.

            Ayer lo velaron y hoy lo entierran a sólo unos pasos de mi oficina. Toda su nueva familia se ha reunido y le lloran con amargura. Tal vez yo también lo haría, si es que no lo hubiera hecho por tantos años. A mi madre no le pienso decir nada, creo que es mejor que siga sin saber qué es lo que ha sido de él. Tampoco les diré nada a mis hermanos. No tiene caso desenterrar muertos que ya hemos olvidado. Después de todo, él nos dejó para formar otra familia. Pues bien, que sea ésta la que le llore ahora. Por otra parte, yo no puedo faltar al entierro, profesionalmente tengo que estar ahí para vigilar que todo transcurra según lo acordado en el servicio, y personalmente tal vez quiera cerciorarme de que esta vez esté realmente muerto.

            La que va al frente del cortejo ha de ser su hija, es muy joven para ser su esposa. ¿Me pregunto dónde estará la viuda? Veo a muchos hombres de saco y corbata pero no logro ver a ninguna otra mujer. Tal vez no vino o quizás la que va al frente no sea necesariamente mi media hermana. Pero tampoco creo que sea la misma por la que dejara a mi madre hace tanto tiempo, es demasiado joven, incluso para mí. Tal vez mamá no fue la única mujer a la que dejó por “un modelo más reciente”. De ser el caso, resultaría irónico que ahora que él mantenía una relación con esta jovencita, que bien podría ser su hija o nieta, la haya tenido que abandonar por otra mucho más vieja que ella, de hecho la más vieja de todas; la muerte.

-II-

El servicio funerario ha terminado y en efecto, la mujer del cortejo no era su hija sino su esposa, sobra decir que la más reciente. Que bueno que no le avisé a nadie de mi familia sobre su entierro. De haber sido al revés, a mí tampoco me hubiera gustado que se me informara al respecto.

Mi madre ya tiene bastantes preocupaciones con todos estos terremotos como para afligirla con una cosa como ésta. Yo también tengo que darle vuelta a la página y seguir adelante con mi vida. Apenas son las doce y aún faltan varios entierros por celebrar esta tarde. De hecho, no me extraña que la tierra haya estado tan agitada en estos últimos días. Después de todos los muertos con los que le hemos llenado la barriga, sería raro que no presentara algún tipo de indigestión.

            Sin duda alguna la soledad es la mejor terapia para aclarar la mente y despejar las telarañas de la cabeza. Y por suerte esta oficina es como mi propia tumba. Una vez que se cierra la puerta, no sé nada de lo que ocurre afuera, pues no tengo ventanas y la única entrada es como una loza maciza que me aísla del mundo. Tal vez si no contara con unos buenos conductos de aire, hace tiempo que habría tenido que cambiar mi residencia permanente a este lugar. No me gusta pensar mucho en eso, pero quizás la razón por la que no hay ventanas es porque en algún otro momento este lugar fuera una tumba o algún tipo de bóveda para almacenar cadáveres. Mis únicos vínculos con el exterior son el reloj de la pared, el teléfono y la secretaria que me avisa de cualquier visita, inconveniente, o imprevisto que pudiera estar ocurriendo afuera. Si no fuera por ella quizás el mundo podría estarse viniendo abajo y yo no me daría cuenta de nada.

Tengo el escritorio lleno y aún mucho por hacer, pero no dejo de pensar en lo distinto que habrían sido las cosas si mi padre no se hubiera ido de esa manera. Al menos creo que no tendría este conflicto interno. Por un lado, siento como si se me hubiera arrebatado algo que no lo había considerado mío desde hace mucho tiempo. Pero también creo que esto concluye con una etapa dolorosa y aleccionadora de mi vida.

Sin embargo, pienso que no ha concluido del todo. Tal vez para sanar esta herida por completo, tenga que darles la oportunidad a los demás de hacerlo conmigo. En el fondo no quiero, pero sé que no me puedo guardar esto para mí solo. No sería justo, tengo que avisarles a mamá y mis hermanos que papá está muerto. 

-III-

Mis hermanos no tomaron las cosas tan mal como pensé, quizás sólo necesitan un poco más de tiempo para digerir por completo la noticia. No sé si con mamá habrá de ser diferente la historia.

Llamo a su casa pero el teléfono suena ocupado. Que inoportuno momento, pero no me queda más remedio que volver a intentarlo más tarde.

            Estoy un poco cansado e intento comunicarme con mi secretaria para que llame a la casa de mi madre, mientras pienso cómo habré de decirle las cosas, pero no responde. Tal vez esté en el baño o salió a comprar un refresco de la máquina expendedora de afuera. Ella siempre ha sido muy responsable y sé que no ha de tardar, no tengo por qué salir a pastorearla sólo por separarse de su escritorio un instante.

Cuelgo el auricular y en eso, suena el teléfono. Del otro lado de la línea habla mi madre, se le oye muy nerviosa y apenas logro entender lo que me dice, por lo que le pido que respire profundamente y trate de hablar más despacio. Espero que esté bien y que ninguno de mis hermanos le haya hablado primero para darle la noticia.

Escucho cómo toma aire y entonces me dice que ha estado tratando de comunicarse conmigo desde hace un buen rato, pero que mi teléfono siempre estuvo ocupado. Le explico que estaba hablando con mis hermanos… Pero antes de que logre decir algo más, me pregunta qué sé respecto a mi padre. ¡Diablos! Seguramente ya le informaron o se enteró por alguna amistad en común.

–Mamá, deja que te explique… –pero me vuelve a interrumpir para decir que encontró a papá merodeando por el vecindario.

–Lo vi, aunque apenas pude reconocerlo, te juro que era él, estaba todo lleno de tierra como si se hubiera revolcado, tenía la ropa desgarrada y caminaba como si no pudiera controlar bien sus movimientos. Traté de acercármele, pero entonces noté que entre las manchas de tierra había sangre y sus manos estaban hechas pedazos. Yo temí que estuviera borracho y corrí a esconderme dentro de la casa. Pero hace un momento me asomé por la ventana y logré ver que seguía deambulando por el jardín, tropezándose con todo, gimiendo y arrancándose pequeños trozos de su propia carne a mordiscos… –me dice hasta que repentinamente se corta la llamada.

            ¿De qué diablos estaba hablando mamá? En repetidas ocasiones intento volver a comunicarme con ella, pero es inútil. Todas las líneas están bloqueadas y el teléfono ha dejado de funcionar. Frustrado, cojo el aparato y lo estrello contra la pared, sólo para arrepentirme un segundo más tarde. ¿Qué tal si ella trata de comunicarse de nuevo? Tengo que saber qué pasa. Tengo que ir con ella.

Entonces abro la puerta de mi oficina y una a una cada pregunta es contestada con una respuesta que jamás cruzó por mi cabeza. Por todo el cementerio se repite la misma imagen y confusión. La gente corre y grita histéricamente: “¡Los muertos…! ¡Corran, ahí vienen! ¡Los muertos se están levantando!”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario