viernes, 28 de octubre de 2011

La canción

Llevo más de treinta y cinco años en este negocio, y aún recuerdo con qué nerviosismo la banda y yo nos presentamos a nuestra primera audiencia; diez o doce personas, contando a las dos meseras y al cantinero, en aquel pequeño bar del barrio. Éramos cinco jóvenes que no contábamos con la edad suficiente para votar, o entrar como clientes a ese mismo lugar, pero teníamos más ganas de tocar nuestra música que talento para interpretarla.

Con un repertorio de no más de siete canciones, compartimos el escenario con otros tres grupos más experimentados, pero con rostros cansados, quienes preguntaban cuánto se les iba a pagar antes que cuántas, o qué canciones habrían de querer escuchar esa noche. Ellos sólo se nos quedaban viendo y cuchicheaban acerca de lo ilusos, ingenuos o estúpidos que éramos y lo pronto que caeríamos por esa misma ilusión, ingenuidad o estupidez.

            Recuerdo que fuimos los primeros de esa noche. Cinco soñadores, cada uno a cargo de su propio instrumento, alquilado o prestado; Nacho en la batería, Chema en la guitarra, Rafa en el bajo, Xavi en el teclado y yo en la voz. Todos juntos éramos los “Rayos U-V”. Por que no se ven pero como fastidian, solíamos decir en tono de broma.

También recuerdo la primera canción; era simple, corta, pero nuestra. Todos tuvimos un poco que ver con ella, aunque la paternidad de la letra era absolutamente mía. Era y sigue siendo una historia común; una chica, un chico, un auto, un amor y una despedida. En fin, el tipo de historia que un chico de diez y seis años escribiría. Recuerdo que esa noche nos salió perfecta, lástima que a nadie le importó. Los clientes del bar ni siquiera nos voltearon a ver, pero aún así les agradecimos su atención y apoyo.

            Pasaron los años y nos seguimos presentando en pequeños locales, así como tocamos las puertas de algunas disqueras (igualmente pequeñas) con la esperanza de que alguien nos diera una oportunidad y escuchara lo que teníamos que ofrecerles. Habíamos grabado una cinta con treinta canciones, todas nuestras. Pero sistemáticamente las disqueras echaban nuestro trabajo a la basura, sin oír más que la melodía de la primera.

Entonces decidimos reducir el contenido y presentar sólo un demo o maqueta con dos o tres canciones, las que considerábamos mejores, entre ellas aquella primera canción. Hasta que un buen día un productor nos prestó atención, decidió arriesgarse con nosotros y accedió a escuchar un poco más de nuestro repertorio, con la oferta de grabarnos un disco si es que le gustaba lo demás. Por suerte así fue y en la primavera de nuestro quinto año como agrupación, nerviosos como aquella primera noche, los cinco muchachos que ya teníamos la edad suficiente para votar (y otras cosas), nos presentamos nerviosos a aquel pequeño estudio de grabación para hacer realidad nuestro sueño; el primer disco, ya no como “Rayos U-V”, sino, simplemente como “U-V”, porque decían que era más comercial y menos rebuscado.

            Al principio nadie notó nuestra presencia en el mercado musical. Pero poco a poco empezamos a sonar en las estaciones de radio, primero en las locales y luego a nivel nacional, con aquella primera canción. El disco se empezó a vender muy bien, y al mismo tiempo que preparábamos nuestros primeros conciertos formales como teloneros de otras bandas más importantes, preparábamos las canciones que habrían de venir en nuestra segunda producción. Aún teníamos más ganas que talento, pero sabíamos que llegaríamos muy lejos.

            El segundo disco resultó más exitoso que el primero, pero el triunfo no vino sólo, pues llegó acompañado de más responsabilidades, un poco más de dinero, nuestros primeros conciertos como titulares, más tentaciones, ausencias de casa y alejamiento de la familia. Pero seguíamos persiguiendo nuestro sueño, queríamos dar a conocer a la mayor cantidad de personas nuestras canciones, y si para hacer eso era necesario no dormir por varios días, eso habríamos de hacer.

Pese a la naciente fama, seguíamos siendo simples, auténticos y agradecidos. En todas nuestras presentaciones tocábamos esa canción que nos había abierto las puertas a todo eso, aunque ya no se oía tan inocente como entonces, pero seguía siendo sencilla y nuestra.

            No todo fue miel sobre hojuelas, poco a poco a la prensa especializada ya no le parecía tan interesante hablar de nuestra música, sino de nuestra vida privada; estaban más curiosos de saber qué preferencias sexuales teníamos, o si consumíamos drogas, o si teníamos conflictos familiares (o entre nosotros), y otras cosas semejantes, antes que hablar de nuestro trabajo. No nos preguntaban cómo nos conocimos, cuándo decidimos formar la banda, o el por qué del nombre, es más, quizás ni siquiera sabían cómo nos llamábamos. Eso sí, nos preguntaban qué opinábamos de tal o cual persona o dicho, o de tal grupo o medio de comunicación. Pero eso no nos importaba entonces, aunque luego nos resultaría demasiado molesto. Pero en ese momento estábamos dispuestos a saborear las mieles del éxito, auque éstas estuvieran acompañadas de un veneno lento que no supimos, o pudimos distinguir oportunamente, hasta que nos consumió de lleno, y nos volvimos parte de lo mismo que criticábamos en un inicio.

            El tercer disco se vendió tan bien como el segundo y fue nuestro trampolín a la internacionalización. Nosotros, que no conocíamos ni siquiera todo el país, nos topamos con la noticia de que nuestras canciones y un disco recopilatorio de los primeros dos, ya se escuchaban con mucha energía del otro lado del mundo. Se empezaba a hablar de una posible gira en el extranjero. Era como un sueño hecho realidad, que poco a poco se volvió otra cosa, cuando no nos dimos cuenta de que ya no preguntábamos cuántas o qué canciones querían escuchar, sino cuánto habrían de pagar por vernos y escucharnos en directo.

Nos volvimos soberbios y llegamos a pensar que el éxito y aceptación del público era algo que nos merecíamos de antemano, y no como una conquista diaria. Ya no sentíamos que tuviéramos que convencer a nadie. Pensábamos que teníamos al público en nuestros bolsillos, cuando lo único que teníamos eran sus billetes… en fin, quizás creíamos que eran lo mismo. Ya no nos preocupábamos por la música o letra de nuestras canciones, pensábamos que bastaba con que los fanáticos supieran que habíamos sacado un nuevo álbum, para que salieran como locos a las tiendas para apoderarse de una de las copias. Nos embriagamos de éxito, alcohol, tabaco, soberbia y otras drogas.

            Las presentaciones personales y conciertos eran un fiasco. Ya no nos preocupaba sonar o cantar bien. Incluso llegamos a subir a los escenarios tan borrachos que los conciertos duraban sólo unos minutos, o tan drogados que después de tres horas ya no sabíamos ni lo que estábamos haciendo ahí.

Ni hablar de aquella primera canción, eso era algo del pasado, cuando no éramos nadie y queríamos serlo. Pero en ese momento éramos algo que parecía querer desaparecer por completo, tal como había nacido; poco a poco.

            Rafa fue el primero en dejar la agrupación. Una noche, después de una presentación y por culpa de los excesos, conoció a la muerte al impactar su vehículo contra otro que estaba estacionado. Fue un duro golpe para todos, pero no demasiado contundente como para hacernos entrar en razón, ya que el mismo día que enterramos a nuestro bajista, los cuatro restantes nos emborrachamos hasta ya no poder recordar nuestros nombres, o la razón por la que habíamos empezado a beber ese día. Pero lo peor fue que para la mañana siguiente, la disquera ya tenía una lista de prospectos a ocupar el lugar de “Rafita”. Ese día nos dimos cuenta que no éramos indispensables.

            El siguiente disco no tuvo tan buena recepción como los anteriores y como era de suponerse empezaron las críticas más devastadoras. Al principio desde afuera; medios especializados y otras bandas. Después al interior del grupo y la disquera. Todos responsabilizábamos a los otros y no éramos capaces de admitir nuestros propios errores, por lo que seguimos repitiéndolos hasta llegar al quinto disco. Éste era tan malo que ni siquiera la disquera confió en recuperar su inversión si lo sacaba al mercado, y prefirió dejarlo embodegado hasta que no tuviera más remedio que darlo a conocer.

            Por su puesto que culpamos a la disquera del fracaso (por no respaldarnos), al productor (por no grabarnos bien), a la familia (por no brindarnos el apoyo suficiente y demandarnos más tiempo del que podíamos ofrecerles), a los fans (por no comprar más nuestros discos), a los medios de comunicación (por no sacarnos en sus espacios), y hasta a Rafa (por morir de una manera tan absurda).

Poco a poco todos estos elementos fueron desapareciendo; primero el productor y la disquera, después los medios de comunicación, seguidos por los fans, y al final la familia. Nosotros que lo teníamos todo, y a todos los amigos que el dinero podía comprar, tan pronto se fue el capital, las casas, los coches, el alcohol, el tabaco, las drogas, las mujeres y los amigos se fueron con él. Lo habíamos perdido todo tan vertiginosamente como había llegado.

La banda se disolvió meses más tarde, así como llegó a la cima; poco a poco. No hubo conciertos de despedida, ni un disco compilatorio de nuestros grandes éxitos, nada. Tal y como pasó en aquella primera presentación nos fuimos sin que nadie lo notara, ni pusiera una objeción al respecto. Ya no éramos esos cinco soñadores que querían tocar las estrellas con sus canciones, sino cuatro patanes y un colado, que estábamos tan ensimismados que nos importaba muy poco o nada lo que le pudiera pasar al otro, sobretodo al quinto miembro no invitado.

Yo seguí cantando como solista y conseguí un representante con lo poco que me quedaba. Ahora era más fácil contratarme, no era lo mismo pagarle una moneda a cada miembro de la banda que darle dos a la voz y casi nada a los músicos que lo acompañaban. Me sentía libre de componer las canciones que me diera la gana, y de la manera en como quisiera, pero solo. Paulatinamente me fui volviendo “monocromático”, de hecho así fue como llamé al primer disco en solitario. No fue un éxito, pero tampoco un fracaso como los últimos dos que había sacado con la banda. Yo ya no quería saber nada de ellos, y cada vez que alguien me preguntaba por el grupo, daba por terminada la entrevista y me retiraba del plató.

Por terceros, sabía que Chema tenía un bar y se había divorciado otra vez. Nacho era productor en una de las disqueras que nos habían cerrado las puertas quince años atrás, y vivía felizmente casado con Laura (su novia de toda la vida). De Xavi no sabía nada hasta que una mañana, antes de alistarme para salir a dar una entrevista a un programa matutino de televisión (por motivo de mi cuarto disco en solitario), me enteré por medio de la misma televisora que habían encontrado a Xavi en un miserable cuarto de hotel, muerto por una sobredosis de drogas, mezcladas con alcohol y algo de soledad. Inmediatamente le hablé a mi representante para que cancelara la entrevista, y sin darle la más mínima oportunidad de contradecirme, colgué y me fui al lugar del sepelio.

En la funeraria ya estaba Chema con Patty (su nueva esposa) y Nacho, en compañía de Laura y sus dos hijos, acompañados por sus respectivas parejas. ¡Cómo pasa el tiempo! Tan pronto me vieron, ellos se acercaron a darme un abrazo y llorar conmigo. De esos cinco muchachos soñadores ya sólo quedábamos tres hombres maduros que cargábamos con la memoria de dos amigos muertos.

–Cómo es la vida ¿no? –comentó Chema con la voz entrecortada.

–Parece que sólo podemos estar en paz en los sepelios –remató mordazmente Nacho, quien siempre fue el más centrado de los cinco.

–Dejemos esto para otra ocasión, que hoy estamos aquí por Xavi –agregué y les volví a dar un fuerte abrazo.

Después de enterrar a nuestro amigo, nos reunimos los tres en la casa de Nacho. Ahí, entre pláticas regresaron algunas anécdotas de los momentos que compartimos juntos los cinco originales. Las cosas malas, las buenas, las canciones y aquella primera que nos abriera las puertas.

–Aún me la siguen pidiendo en los conciertos –comenté.

–Por cierto, ¿ya habrá salido a la venta nuestro quinto disco o seguirá congelado por ahí en la bodega de la antigua disquera? Porque yo no lo he visto por ninguna parte, ni siquiera pirata o en la Internet –dijo Chema y todos nos soltamos a reír.

En fin, volvimos a ser amigos (aún más que antes) y al final de la velada brindamos por los dos “U-V” que se nos habían adelantado. De repente una pregunta (de Laura) nos movió el piso y corazón a todos;

–¿Por qué no se reúnen otra vez?

–Sería bueno… digo, antes de que muera otro y los U-V termine siendo sólo un dueto; U y V –dije muy serio, pero después de un largo silencio nos soltamos a reír todos.

Unas cuantas semanas después, Chema fue a buscarme al terminar una de mis presentaciones. Me dio mucho gusto volver a verlo, ahora bajo mejores circunstancias. Nos tomamos una copa (sólo una) en un pequeño restaurante que había por ahí, y como no queriendo la cosa preguntó si iba en serio la posibilidad de reunirnos otra vez, o sólo lo había dicho para salir del aprieto airosamente.

Mi respuesta fue sincera, le confesé que si bien aquella noche no lo decía enserio, si me volvieran a realizar la pregunta respondería de la misma manera, pero ahora sin ningún tono de broma.

–Hablemos con Nacho, si el está dispuesto y también tú, pongámosle fecha al concierto –le dije y sus ojos se iluminaron como aquel día que les avisé que había conseguido unos cuantos minutos en el escenario de aquel pequeño bar del barrio.

            Bastó un mes para que todos se enteraran de nuestro regreso. El boletaje se agotó en minutos y el auditorio donde se habría de dar la presentación, parecía insuficiente para albergar a todos los que querían ir a vernos. Pensábamos toparnos con puros contemporáneos, pero nos llevamos la grata sorpresa de encontrarnos con personas de todas las edades, incluyendo jovencitas y muchachitos que no habían nacido cuando el grupo se había separado. Todos con nuestros discos (ahora remasterizados) en las manos y gritando nuestros nombres, como si nunca nos hubiéramos ido, o siempre hubiéramos sido parte de sus vidas.

            En fin… todo está listo. Hoy es el gran día y mañana sólo será historia. Estamos tan nerviosos como cuando salimos por primera vez al escenario, algo más viejos, pero igual de ansiosos por darles a conocer a la mayor cantidad posible de personas nuestras canciones, quizás hasta nos animemos a tocar los temas de nuestro quinto y nunca editado disco. Lo que sabemos es que no faltará “la primera canción”, con la que debutamos hace más de treinta años; una historia simple, sobre una chica, un chico, un auto, un amor y una despedida.

2 comentarios: