domingo, 20 de noviembre de 2011

Ascenso

Por más de quince años he trabajado en la misma oficina y casi con los mismos compañeros. Pero en todo este tiempo nunca había tenido la oportunidad de conocer al Jefe, ni siquiera de lejos. Son pocos los que han tenido ese privilegio. Pero hoy es mi gran día.

            El Jefe nunca sale de su oficina (que está en el penthouse del edificio), ni recibe visitas. La única manera en que podemos comunicarnos con él es a través de su secretaria, quien lo contacta por tarjetas que le desliza por debajo de la puerta. Del mismo modo, él da indicaciones por medio de sobres cerrados que deja en el escritorio de ella. Suena algo demente, pero más de uno daríamos lo poco que poseemos por ocupar su puesto.

            Sé que no va a despedirme, porque de eso se encarga su secretaria. Además, considerando lo ocurrido con el último trabajador al que mandó a llamar, hace algunos años, a quien nombró director de una de nuestras oficinas en el extranjero, me imagino que habrá de darme un ascenso semejante. He trabajado duro y creo que me lo merezco.

            Hay varios elevadores, pero sólo uno va a donde tengo que ir y está abierto. El viaje dura muy poco y en cuestión de segundos ya estoy en mi destino. La secretaria me da los “buenos días”, e invita a pasar a la oficina principal que se encuentra vacía.

–En un segundo el Jefe lo atenderá –me dice y cierra la puerta por fuera.

El lugar es increíble, no me extraña que el “mandamás” no quiera salir de este sitio. Entonces él llega y me saluda como si fuéramos viejos conocidos.

–Permíteme empezar con una pregunta. ¿Si alguien te ofreciera poder, dinero y no envejecer ni un solo día por diez años, a cambio de no volver a ver o platicar con nadie, qué le dirías? –inquiere y espera mi respuesta.

–Quizás… ¿Dónde firmo? –respondo, fingiendo seguridad pero muerto de nervios.

Él me mira juicioso, sonríe y me extiende su mano, la cual no me demoro en estrechar con firmeza.

–Entonces es un trato –dice y me lleva hasta un ascensor distinto al que yo había tomado antes.

Entramos y oprime el único botón que existe en el tablero.

            –Hace varios años realicé este viaje. En ese entonces me acompañaba el Jefe en turno. Yo estaba un poco confundido como lo has de estar tú, pero lo comprendí todo tan pronto me presentó al verdadero dueño de este sitio –dice al tiempo que descendemos, mientras yo afirmo con la cabeza, como si supiera de qué diablos me ha estado hablando.

            El ascensor se detiene, abre sus puertas y salimos. El lugar está oscuro y huele a humedad. El Jefe avanza sin titubeos, y yo lo sigo hasta que damos con una puerta que se abre tan pronto nos acercamos a ella. En ese instante quiero salir corriendo, pero ya es demasiado tarde. En ese lugar hay un ser grotesco que parece estar hecho de cuerpos humanos.

–Ahora tú serás el Jefe. Tendrás poder, dinero y no envejecerás ni un solo día, pero no podrás tratar con nadie, hasta que hayan transcurrido diez años y vuelvas a este lugar con tu remplazo, y dispuesto a unirte a nosotros –me dice esa abominación, con una multiplicidad de voces, que me hacen estremecer.

Entonces el Jefe entra, la puerta se cierra y yo regreso a la oficina.., con mi ascenso bajo el brazo.

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