miércoles, 30 de noviembre de 2011

El gran día

Hoy es el gran día, he planeado todo con mucho detalle y nada puede salir mal, al menos para mí. Este día mi partido habrá de anunciar en un evento masivo, el nombre de su candidato a la presidencia de la República, y aunque las encuestas internas me dicen que no he de ser yo, todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos.

No es que esté orgulloso de lo que está apunto de suceder, pero “en la guerra y en el amor todo se vale” y en la política no es la excepción, sino la regla. Hoy habrán de nombrar candidato al que ha sido el líder de mi grupo parlamentario, y no hay nada que pueda evitarlo, salvo su muerte.

Lo pensé muy bien e ideé la forma de “matar dos pájaros de un tiro”, literalmente. Me desharé de mi principal competencia interna y al mismo tiempo garantizaré el triunfo de mi partido en la contienda presidencial. No hay nada que llame más a los votantes que un asesinato, sobretodo si el crimen se le adjudica a un grupo opositor, llámese crimen organizado, guerrilla u otros partidos políticos. Tuve que ser muy discreto y hacer uso de herramientas que hacen imposible el que alguien me llegara a vincular con el incidente, ni siquiera como beneficiario del mismo, porque la consigna del asesino no es hacia una persona en particular, sino a cualquiera que sea el candidato presidencial por mi partido, en el momento mismo en que sea nombrado, por lo que es seguro que el homicida ya se encuentra instalado en este salón, aunque ignore dónde o incluso quién es. Sin embargo, no hay forma de que se escape, ya que he pedido el reforzamiento de la seguridad en este auditorio, de tal suerte que no hay manera de que el asesino, después de haber cumplido su función, salga impune. Así, cuando lo detengan y presenten ante la autoridad correspondiente, lo más seguro es que él hable y dé todos los detalles, los cuales no me involucran de ninguna manera, y por el contrario, me absolverían de cualquier acusación en mi contra.

Ya casi llega el momento, el otro candidato sonríe y saluda a la multitud, casi siento pena por él, pero no. Me le acerco y saludo fraternalmente, es necesario dar muestras de unidad partidista, sobretodo en estos tiempos de extrema polarización política. Nos levantamos la mano y con un abrazo nos deseamos la mayor de las suertes. Seguramente él también ha hecho sus propias encuestas internas y sabe que va a ser el elegido. Después, los dos tomamos asiento a un lado del presidente del partido, en espera del gran anuncio.

No puedo negar que me siento nervioso, pero la maquinaria se ha echado a andar y no hay forma de detenerla, por lo que sólo resta esperar que nombren a mi adversario, y tan pronto él se dirija al podio, y se disponga a dar su primer (y único) discurso como candidato oficial, sea asesinado ante la consternación de todos, incluyéndome, por supuesto.

Desde muy temprano los periodistas hicieron acto de presencia, pero la tensión del momento ha hecho que guarden silencio y sólo se puede escuchar cómo alistan sus cámaras fotográficas y de video, ya que no se quieren perder de nada.

Todos los reflectores están dirigidos a la mesa y sin muchos preámbulos, el presidente del partido ha agradecido a todos su presencia en este lugar. Voltea a ver a mi adversario, ahora me ve a mí, y… no puede ser, debe tratarse de un error, es imposible. Ha anunciado mi nombre y me presenta ante todos como el candidato oficial del partido y futuro presidente de la República… ¡Demonios! Estoy muerto.

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