viernes, 18 de noviembre de 2011

Sólo los domingos

Todos los domingos María José se levanta muy de madrugada, sin necesidad del reloj despertador, cuando todos los demás siguen dormidos. Arregla la cama y juiciosa se mira en el espejo de su habitación. Como cada domingo, no le agrada lo que ve en el reflejo, pero sabe cómo remediar las cosas.

Primero se da un buen baño para ahuyentar a la pereza y reanimar sus ganas de vivir. Después se humecta la piel con su crema preferida, maquilla un poco y vuelve a echarle un ojo a su reflejo. Ya se gusta más, pero sabe que aún no está lista.

            Regresa a la recámara y abre el ropero. Ignora todos los trajes guardados y centra su atención en el rincón donde guarda su ropa favorita; la más bonita. El uniforme azul que utiliza de lunes a sábado habrá de permanecer colgado hasta el día de mañana, pero hoy busca algo especial.

Sigue buscando hasta que por fin logra hallar lo que se le había estado escondiendo y se apresura a ponérselo para presumírselo al espejo. Aquel vestido se lo compró el verano pasado y le luce como si lo acabara de tomar del aparador. Ya queda muy poco de aquella imagen que vio reflejada esta mañana, pero ella sabe que aún no está lista.

            Se termina de maquillar y luego se peina. Se toma su tiempo. Quiere estar segura de verse tal y como ella quiere, hasta que ya está. Por fin, María José se ve en el espejo y se siente completa.

Se ve perfecta y se apresura a buscar las zapatillas y bolso adecuado para salir a la calle. Pero antes vuelve a abrir su ropero para tomar aquel sombrero tan coqueto que se compró la semana pasada en el centro comercial, y que combina tan bien con el vestido, zapatillas y bolsa de mano que complementan su atuendo.

            Hace un poco de frío y no ha terminado de salir el sol. Aún no sabe a dónde habrá de ir hoy y no le gusta repetir sus paseos. De lunes a sábado la rutina es lo que rige su vida, pero hoy es ella quien tiene el timón de su navío y no dejará que nadie más tome el control.

Los domingos se libera de todo, incluso ha dejado su pesado reloj abandonado en la mesita del tocador.

            Con cada paso que da, se desprende de toda esa pesada carga que de lunes a sábado tiene que llevar a cuestas, dejándola exhausta y a la deriva.

            Los rayos del sol cada vez calientan más, y el frío seco de la mañana va dejando su lugar a una ligera brisa húmeda, que le acaricia la cara, los brazos y las piernas. María José se quita el sombrero y deja que el vientecillo la despeine un poco. Ya mañana se preocupará de que ni un solo pelo esté fuera de lugar, pero hoy es domingo.

Hoy es su día especial; su “cumpleaños semanal”. Ya mañana regresará a su letargo y permanecerá así por toda una semana.

El lunes volverá a esconderse hasta el fondo de sí misma y dejará que José María ocupe su lugar en la cabina de mando, pero eso será mañana.., hoy es libre, para ser lo que siempre ha querido; una Mujer.


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