domingo, 20 de noviembre de 2011

Un plato más

Ella es Franca, pero tal vez sólo lo sea de nombre. Se le acusó de haber asesinado a su marido, aunque todavía no se ha encontrado al cadáver. Quienes la señalaban como responsable no ofrecieron mayor prueba que su dicho, y eso no era suficiente para condenarla o retenerla por más tiempo en la cárcel. Por otro lado, ella siempre se declaró inocente.

            Franca es dueña de una pequeña fonda, a sólo unas cuadras de la comandancia de policía. Todos en la “Fuerza” la conocemos desde hace años, aunque ignoramos casi todos los aspectos de su vida familiar. Sabíamos de Sonia, su hija de unos quince o diez y seis años, pero cada vez que alguien le preguntaba por el padre de la joven, ella cambiaba de tema, o decía que era una historia antigua de la que ya no guardaba memoria. Pero el olvido no exime a nadie de que el pasado regrese a abrir las heridas que se creían cerradas, hasta hacerlas sangrar de nuevo.

            Hace unas semanas, un hombre llegó a la fonda con varias copas encima y empezó a romper los cristales de la entrada. Para su mala fortuna, el lugar estaba lleno de policías, yo entre ellos, y lo arrestamos de inmediato. Fue entonces que nos enteramos de que él era el padre de Sonia, quien no levantó cargos en su contra, así que únicamente lo pudimos multar y retener unas cuantas horas, por escandalizar en la vía pública. Una semana más tarde, nos reportaron su desaparición y que Franca lo había amenazado de muerte.

            Según la indiciada, su exmarido regresó un par de días después de su arresto, pero con más alcohol encima que un boticario. Altanero y gritón, le exigió dinero y ella, para evitar más escándalos, se lo dio con la condición de que desapareciera de su vida. Él accedió, pero cuando ya se iba, Sonia llegó al local y su padre se le echó encima.

–Estaba como loco y yo me puse peor, cuando vi que trataba de violar a mi hija. Entonces tomé el cuchillo más grande que tuve a la mano y se lo aproximé a la garganta. Sólo entonces la soltó. Una vez que me cercioré de que Sonia estaba bien, le exigí al “cerdo” que se largara y no volviera más, si no quería conocer de cerca el filo de mi “amiguito” –dijo Franca en su declaración.

Desde ese día no había sabido nada de él y se alegraba por ello.

            Su exmarido sólo fue el primero de muchos borrachos, vagos y delincuentes que fueron desapareciendo del barrio, casi uno por semana. Franca salió libre y ha vuelto a su fonda, donde le va mejor que nunca. Incluso ha contratado a más personal y cambiado el menú, el cual ahora incluye “carnitas de cerdo”. La mayoría de sus nuevas empleadas son mujeres del rumbo, algunas de ellas esposas o concubinas de los mismos desaparecidos.

Franca se ha vuelto un ejemplo para el barrio, y ha pensado extenderse a otros lugares. Dice que su secreto no radica en la calidad de la carne, la cual admite que “no siempre es de primera”, sino en la precisión de sus cortes.

No es que seamos ingenuos en la policía. Sabemos que existe una relación entre los desaparecidos y el nuevo menú, pero mientras siga disminuyendo el índice delictivo y no nos enfermemos del estómago, no tengo ningún empacho en seguir yendo a su fonda y pedir que me sirvan “un plato más”.

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