domingo, 20 de noviembre de 2011

Una de dos

-I-

Yaneth ha estado fuera de casa por más de tres meses, y aunque las experiencias vividas en el extranjero le resultaron excitantes, y en su oficina están muy contentos con su papel desempeñado en los distintos foros donde se presentó, nunca antes se había demorado tanto y se muere de ganas de volver a su patria, ver sus cielos nublados, caminar por sus calles atestadas de gente y estar junto a él.

            Si todo sale bien, mañana por la noche habrá de despegar su vuelo y sólo le restará esperar las casi treinta horas que habrá de durar el mismo para volver a su tierra. Tiene su boleto en la mano y ya no hay forma de que la empresa para la que trabaja la convenza de permanecer un solo día más. Ella ha hecho más de lo pactado y sabe que llegando a casa la estarán esperando unas merecidas vacaciones, un más que justificado ascenso y él. A quién ya le habló por teléfono, y aunque no lo encontró en casa le dejó dicho en la máquina contestadora el nombre de la aerolínea, el número de vuelo, el asiento, el día y la hora de llegada.    

            Con las maletas listas y esperándola en la habitación de hotel, Yaneth se ha tomado la mañana libre para salir de compras y despedirse de la ciudad que le dio cama, alimento y cobijo por tantos días. La calle es la misma que cada mañana ha visto por tres meses, pero ahora la ve con otros ojos, o mejor dicho, desde otro mirador. Sabe que tal vez nunca más volverá a recorrerla, pero lo acepta con una sonrisa de satisfacción.

            Sin un rumbo en concreto, Yaneth camina y a cada pisada le dice adiós a las calles que han visto cómo su andar pausado e inseguro de extranjera, ha cedido su espacio a una marcha firme y decidida. En el trayecto se encuentra con fuentes y monumentos que no volverá a ver, salvo en su memoria y en las fotos que en este momento se detiene a tomar.

Se despide del señor que cada mañana le vendía el periódico y de la señora que todos los días sacaba a pasear a su perro. Se acabaron las lecciones de lenguas extranjeras y al final sólo les dice “adiós”, mientras ellos le responden algo parecido a “gracias”.

            Yaneth pasa de aparador en aparador, sin poder encontrar el souvenir perfecto para su amado. Se imagina que él ya ha oído el mensaje que le dejó grabado y quizás en este mismo momento esté preparando todo para darle la bienvenida. Tal vez la lleve a cenar a ese lugar tan bonito donde no te dejan entrar sin corbata, o quizás él mismo preparará un banquete en casa. Piensa que habrá de encontrar su hogar impecable, lleno de flores de colores, aunque se conforma con que él la esté esperando en el aeropuerto con un ramo de gladiolas blancas, tulipanes de colores, o dalias. Pero se detiene un segundo y lo piensa otra vez. No, realmente lo único que quiere es verlo pacientemente sentado, o desesperado y pendiente del monitor de llegadas, recorriendo de un lado a otro la sala de espera con las manos vacías, para así tener la oportunidad de llenarlas con toda ella, soltar sus maletas y llenar las suyas con él.      

-II-

Damián ha estado separado del amor de su vida por demasiado tiempo. No fue un conflicto de pareja la causa de su alejamiento, sino el trabajo de ambos. Por lo general él es el que se ausenta por semanas, pero en esta ocasión ha sido ella la que salió del país a representar a la compañía para la que trabaja en el extranjero. Su amada estaría fuera por unos cuantos meses y aunque él sabía que habría de extrañarla como nunca, también era consciente de que era una oportunidad que ella no podía dejar pasar. Él velaría por su hogar en su ausencia, y ella sabía que a su vuelta él estaría esperándola con ganas de abrazarla.

            Se han mantenido en contacto por teléfono y aunque no es lo mismo, él ha estado al tanto de lo bien que le ha ido a ella y le ha podido manifestar lo orgulloso que se siente por su éxito, haciéndole saber que cuenta con su incondicional apoyo. La extraña muchísimo, pero sabe que por cada día que pasa está a uno menos de esperar su retorno.

            Hoy ella le habló a la casa, pero él no estaba, el tráfico lo atrapó por casi dos horas, pero cuando regresó a su hogar, toda esa rabia y frustración que almacenó frente al volante, se disiparon al escuchar en la máquina contestadora la voz de su amada, informándole que mañana por la noche (de allá) saldría su vuelo y si todo salía bien, ella estaría de regreso en un día y medio.

            Por semanas Damián ha pensado mil y un formas en que habría de darle la bienvenida al amor de su vida, pero ahora no sabe cómo empezar. Ha sido un día muy largo y está cansado, pero el sueño se le escabulle pensando que muy pronto ese espacio vacío a un lado de su almohada habrá de llenarse de nuevo. Cierra los ojos y se imagina que ella ya descansa a su lado, sólo así puede despejar su cabeza y descansar.

            A la mañana siguiente se despierta de un brinco al escuchar el despertador, y deja para otro día esos cinco minutos extras que siempre se regala, porque sabe que sólo tiene un día para prepararlo todo. Revisa su agenda, discierne qué reuniones puede cancelar hoy y reprograma sus actividades para tener el tiempo suficiente para dejar impecable la casa, comprar las flores que habrá de poner en el comedor y la recámara, así como los ingredientes necesarios para preparar el platillo favorito de su amada. Ahorraría tiempo si en vez de preparar todo la llevara a cenar a ese lugar tan bonito donde le propuso matrimonio, pero él cree que después de tanto tiempo fuera, comiendo en todo tipo de lugares y siendo atendida por desconocidos, lo mejor es que su amor se sienta como una reina, pero en su propio castillo.

            Ya encargó el ramo de gladiolas blancas con el que habrá de esperarla en el aeropuerto, un vino rosado aguarda en la mesa, la verdura está lavada y picada en un refractario, la carne se está marinando en una charola, la salsa de tomate y especias esperan en la licuadora y ya sólo es cuestión de poner todo junto para tener lista la cena, pero eso será hasta que él regrese con ella, mientras tanto lo guarda todo y lo pone a enfriar en la nevera.     

-III-

Después de varias horas de vuelo y un pequeño retraso en la entrega del equipaje, Yaneth vuelve al lugar que la viera partir hace tanto tiempo. La sala de espera es un mar de gente que agita las manos o carga letreros con nombres extranjeros escritos. Se ven caras largas y pendientes del reloj, otros rebosan de júbilo al identificar al ser querido que tanto han estado esperando, pero entre todas ellas no está la de él.

            Damián llega un poco tarde, por culpa de un camión descompuesto que bloqueó la calle por media hora. Lo primero que hace es ver el monitor de llegadas y constata que el vuelo de su mujer ya ha tocado tierra. Ansioso y con un ramo de gladiolas entre las manos, aguarda localizar a su amada entre la multitud de pasajeros que ingresan.

            Yaneth hecha una segunda mirada y se llena de emoción al ver a un hombre con un hermoso ramo de flores en su poder, pero se desanima cuando se da cuenta de que no es él. Mira el reloj, jala sus maletas y busca un lugar adecuado para esperar que él llegue.

            Después de un par de minutos, Damián localiza a su amada y tan pronto ella lo ve, se borra de su cara toda expresión de cansancio y se dibuja una sonrisa condimentada por un par de lágrimas de felicidad que resbalan por sus mejillas. Se abrazan y besan como si no quisieran volver a separarse de nuevo, al punto de que Damián por poco olvida el ramo de flores que trajo para ella. Su amada lo ve, pero prefiere perder su mirada en los ojos de su esposo que contemplar la belleza de su regalo.

            –Yo también te traje un obsequio, de hecho dos. Un hermoso abrigo para el invierno y unas botas muy sexys –le dice ella muy sonriente.

            –Gracias por el abrigo, pero sabes que yo no sé usar botas –él replica cariñosamente.

            –Lo sé, por eso las compre para mí, pero es para que tú me las veas puestas –le dice, mientras ambos recogen las maletas y se alejan de ese lugar.

            Yaneth los ve pasar y no puede evitar sentir un poco de envidia. Voltea a ver su reloj y espera. Vuelve a revisar si tiene encendido su teléfono celular y marca al número de su pareja. Pero nadie contesta. Habla a su casa y la respuesta es la misma. Se preocupa y piensa que tal vez algo malo le ha ocurrido.

            Ha pasado una hora, ya no queda ninguno de los pasajeros con los que había viajado y tampoco son los mismos los que esperan, salvo los maleteros, o los que promocionan algún hotel, o rentan coches. Desanimada, vuelve a marcar al mismo teléfono celular hasta que una voz joven de mujer le contesta. Sorprendida, Yaneth pregunta por su amado y su interlocutora le pide que espere un minuto.

–¡Amor, te llaman por teléfono! –alcanza a escuchar del otro lado de la línea y cuelga.

Con los ojos enrojecidos estrella el teléfono contra el piso, voltea a ver el enorme reloj que cuelga de la pared y se marcha arrastrando las maletas.

Sabe que nadie habrá de venir por ella.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario