domingo, 7 de diciembre de 2014

El balón

El partido entre las niñas del sexto “A” y del quinto “C” estaba empatado. Jugaban por la gloria, el derecho de reclamar esa sección del patio como suya, y la oportunidad de elegir el color de la playera que habría de representar al equipo femenil de futbol de la escuela.
Los expertos del tercer año aseguraban que nunca antes un juego de esa naturaleza había atrapado tanto la atención de los espectadores, desde aquel mítico encuentro, en el que “pelos necios Martínez”, de quinto “B”, hizo bolar el balón por encima del muro, hasta el follaje del viejo árbol de la plaza, de donde hasta la fecha nunca lo han podido bajar.
            La tensión crecía, al tiempo que el encargado del reloj amenazaba con hacer sonar la campana que ponía fin al recreo. Cuando repentinamente el balón fue a rodar a los pies de Aarón, de sexto grado, quien lo tomó del suelo y lo contuvo entre sus brazos, amenazando con no devolverlo, al menos que Emi, la capitana del quinto “C”, acudiera ante él, aceptara ser su novia y le diera un beso en la boca.
            El público estaba indignado, inquieto, y curioso por saber si ella aceptaría semejante petición, ya que Emi no sólo era la mejor jugadora de su equipo, sino también la más lista del turno matutino, la más bella del colegio, y la única chica del pueblo que se había atrevido a ignorar los galanteos e insinuaciones de Aarón.
            Ahora ella se encontraba entre la espada y la pared; o cedía ante las exigencias de ese patán, o no podrían reanudar el juego.
Aarón era el niño más temido de toda la escuela, por lo que nadie se atrevió a hacerle frente y todos se limitaron a observarlo, en espera de la reacción de Emi, quien pausadamente se abrió paso entre sus compañeras, se sacudió un poco el polvillo del rostro y pausadamente se puso delante de él.
En su cabeza parecían revolotear las diferentes opciones; sabía que si se negaba perderían la oportunidad de ganar el encuentro y todo recaería sobre ella, pero también era consciente de que si cedía a su petición, no sólo perdería el partido, sino el respeto de sus compañeras, y quizás hasta de la escuela entera.
Sólo tenía una oportunidad y no estaba dispuesta a desperdiciarla. Por lo que esperó que el zoquete cerrara los ojos, parara la “trompa” y… le dio un pisotón, que lo obligó a dejar caer el balón, al tiempo que soltó un grito desgarrador que ahogó el sonido de la campanada que ponía fin al recreo. Ante el desconcierto de todos, Emi no sólo recuperó la pelota, sino que además pudo correr hasta la portería contraria para meter el gol de la victoria.
Las niñas del quinto “C” se llevaron el triunfo, Emi la gloria, y Aarón un pie hinchado. Las de sexto no reclamaron nada y aceptaron su derrota, en muestra de respeto a la nueva heroína de la escuela. Y Aarón tampoco dijo nada, quería evitarse la vergüenza de haber sido humillado por una niña, por lo que argumentó haberse golpeado solo, y jamás volvió a molestarla.

Al año siguiente Emi dejó la escuela, porque su familia se mudó a otro lugar, pero su leyenda persiste hasta este día, como aquel balón fugitivo, que desde las alturas es testigo mudo de todo lo que ocurre en el colegio.    

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