domingo, 7 de diciembre de 2014

Exquisitos

No sé si tendré mala suerte con los hombres, o quizás sean ellos los que tengan mala suerte conmigo. El caso es que no he podido sostener una relación estable desde hace varios años, y mis últimos romances no han durado más de una noche, y lo peor es que soy yo quien termina rompiéndoles el corazón.
No me gusta entrar en maniqueísmos, ni soy de las mujeres que piensa que todos los hombres son iguales, pero tal vez lo son. Es decir, hay de todo; algunos son galantes, otros unos caballeros, románticos, atrevidos, simpáticos e incluso jocosos, y también los hay groseros y arrogantes, pero por dentro son iguales. En fin, he estado con todos ellos, pero ninguno me ha dejado plenamente satisfecha.
Todos parecen prometedores; el tipo de hombre con el que toda mujer quisiera pasar el resto de su vida. Pero hasta ahora ninguno de ellos ha pasado de ser más que una hermosa velada. No sé si pediré mucho de una persona, o tal vez serán ellos los que después de todo no sean capaces de dar algo más.
Poetas, abogados, músicos, médicos, comerciantes, economistas, vagos, etcétera, he estado con todos, pero ninguno ha tenido ese “extra” que me haga desear morir a su lado.
Sus pláticas han ido de lo banal a lo glorioso; la música, el cine, la política, e incluso una vez me topé con uno que tal vez era meteorólogo, porque no dejaba de hablar del clima. Todo un mosaico laboral, pero después de unas cuantas copas, se vuelven unos niños; algunos son llorones y se desploman como un castillo de arena bajo la lluvia, y otros son gritones, exigentes y molestos, y quieren tomar aquello que no estoy dispuesta a entregarle a cualquiera.

Al final, sin importar cuánto me haya aburrido o divertido con ellos, lo cierto es que son mucho más agradables cuando guardan silencio. Lo malo es que no pueden durar así por mucho tiempo, por lo que hago a un lado los buenos modales, cubro mi ropa con un delantal plástico y les arranco el corazón. Por lo general eso es lo mejor de la velada, porque si bien es cierto que algunos han sido más agradables que otros, sus corazones suelen ser los verdaderamente “exquisitos”.      

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