miércoles, 25 de febrero de 2015

Libre

Detrás de mí descansa un muro, donde termina el camino y quizás también termine mi vida. Del otro lado sólo hay sombras, pesadillas y memorias que se confunden con la oscuridad de la noche. Mis padres, hermanos y amigos…, todos ellos conocieron la muerte tratando de llegar aquí, justo donde mis pies cansados no saben si seguir adelante o morir sin dar más batalla.
            Escucho sirenas, pisadas y vehículos, y veo un reflector que pastorea los alrededores, por lo que sé que no demorarán mucho en dar conmigo. Sé qué es lo que tengo que hacer, pero no sé cuál pudiera ser el sentido. Pienso que ya no sólo lo hago por mí, sino por aquellos que ofrendaron su vida por ponerme del otro lado del muro. Pero ya no quiero seguir, cierro los ojos y lanzo una inútil plegaria, a un Dios que se ha visto ausente, rogando que hubiese sido otro y no yo, el que estuviese aquí. Sé que puede parecer ingrato, pero por un segundo envidio la suerte de los que no pudieron hacerlo.
            Entonces recuerdo la vida antes de la guerra; los juegos, la escuela, mis amigos, mi familia. Me pregunto qué es lo que estaría haciendo ahora mismo, si es que nunca hubiese ocurrido la invasión, si no tuviese la fe que profeso, o no existieran los campos de concentración. Tal vez ahora mismo estaría cenando en casa, o quizás discutiendo con mi hermano mayor por obligarme a ir a la cama antes de tiempo. No lo sé. Quizás no estaría haciendo nada, sólo observar la vida pasar, contando las estrellas, o buscando las respuestas de todas mis preguntas en el tazón de la sopa.

            Pero ahora tengo muy poco tiempo para soñar, por lo que dejo mis lágrimas para otro momento, me despojo del sometimiento y de la denigración, me arropo con el silencio y la complicidad de la noche, y me alejo de aquél paredón, con una marca indeleble que va más allá de mi piel y huesos. Es hasta entonces que me percato de que ahora enfrento una amenaza mucho más intimidante que un pelotón armado con cañones cargados y humeantes. Pero lo hago sin miedo, porque ya lo he perdido todo. Tomo una bocanada de aire y corro con todas mis fuerzas. No lo sé, pero quizás corra en pos de mi muerte, pero lejos de este muro de desolación. Tal vez esta misma noche exhale mi último aliento, sólo “tal vez”, pero de ser así, sé muy bien que habré muerto “libre”.

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