domingo, 15 de noviembre de 2015

Al otro lado

La sanidad mental es un engaño; un baile de máscaras, una puesta de escena en la que todos aparentamos ser lo que los demás esperan que seamos, reteniendo en cautiverio nuestra propia naturaleza; los apetitos salvajes, la locura, la sed de sangre, la bestia.
            Pero en privado somos como niños, dejamos aflorar nuestros gritos, risas, llantos, gases y demonios. Tocamos lo que se nos había prohibido. Decimos lo que solemos callarnos. Dejamos que nuestros pensamientos se vistan de voz y cuerpo, como criaturas salvajes, conscientes de que no habrá más testigo que la mirada que nos devuelve la sonrisa al otro lado del espejo.
            Luego retomamos la máscara, la careta social oculta la mueca demoníaca, la ropa y el calzado cubren nuestras pezuñas, garras y pelaje, mientras tapamos con peinados o sombreros nuestros cuernos de Sátiro.

Hasta el día en que se oculte el sol en nuestro pecho y brille la luna en nuestras pupilas. Nos broten los colmillos, cachos, garras y alas, perdamos la marcha y compás del concierto social y nos volvamos dioses. O tal vez sólo reconozcamos al Dios que desde siempre ha habitado en nosotros, pero se ha limitado a sonreírnos como un demonio, al otro lado del vidrio. 

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