domingo, 15 de noviembre de 2015

Entre andenes

Como es habitual a esta hora, el vagón está a reventar de personas que parecen estar desesperadas por llegar a su destino, encontrar un asiento vacío, o al menos un lugar donde completar su recorrido, sin morir aplastadas por la multitud, que arremete como olas contra las puertas. Ponen a prueba la ley del más fuerte y parece importarles muy poco si en su afán de ocupar un espacio en el vagón, golpean, apachurran o lastiman a quien sea. No estoy diciendo que sean malas, sólo afirmo que son “personas desesperadas”, en una ciudad tan caótica y desesperante, que no nos invita, sino nos “obliga” a manifestarnos de esa manera; olvidando que más allá de nuestra piel hay otros seres como nosotros; con sueños, ilusiones, pesadillas y objetivos; como encontrar un asiento vacío. Lo cual nos lleva al mismo problema; somos demasiados y buscamos lo mismo.
            ¿Cuántos de estos personajes, de los cuales ignoramos sus nombres, oficios e intereses, se despidieron de alguien esta mañana? ¿Cuántos esperan con aplomo, o quizás con ansias, que termine su jornada para regresar a casa? ¿Cuántos de ellos llegarán a su destino? Y ¿cuántos más volverán a su hogar, o como llamen al sitio donde se reencuentren con el sueño, una vez terminada su tarea? Tal vez nunca más volveremos a verlos. Pese a que es posible que coincidamos recurrentemente con varios de ellos cada día, quizás hasta que seamos nosotros los que ya no estemos. Tal vez entonces es que hubiésemos querido saber un poco más de ellos.
¿Por qué traerá esa chica los cabellos azules? ¿Cómo se llama aquel hombre que despreocupado mira su imagen en el cristal de la ventana? ¿En qué trabajará aquel sujeto de traje y corbata? ¿A qué hora despertará esa enfermera que parece una hoja a punto de caer al suelo? ¿Qué tanto pensará aquél sujeto de la boina que no deja de observar a los demás? En fin, tantas y tantas estupideces, que no lo parecen tanto al voltear a ver el futuro en las pupilas de los otros.
            ¿A cuántos les dolerá la cabeza, espalda o piernas? ¿Cuántos estarán deprimidos, tristes, cansados, solos, aburridos, o simplemente serán gruñones por naturaleza? ¿Cuántos tendrán alguna enfermedad grave, quizás sin que lo sepan? ¿Cuántos, aún gozando de una salud envidiable, más tarde se toparán con la muerte, al encontrarse en el camino de la persona, o incidente, que habrá de ponerle fin a su participación en esta absurda película?
Todos parecen estar esperando lo peor, o quizás sólo estamos hartos de tantos apretujones, aventones y prisas. Asfixiados entre humores y olores, sedientos de un lugar, ya no digamos un asiento vacío, en esta multitud sin nombre que, como es habitual a esta hora, parecen desesperadas por llegar a su destino, el que quizás no será el que imaginaron al despertar esta mañana.

No lo sé, tal vez sólo están ahí para atrapar mi atención, distraer mi camino, hacer menos pesada la espera de llegar a mi destino, y en pago por sus servicios sea yo quien los atrape a ellos; entre andenes y divagaciones al viento; vestidos de letras, párrafos y palabras.     

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